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martes, 19 de enero de 2016

Deshielo diplomático y económico de Irán abre esperanzas de cambio político

Fotografía facilitada por la web oficial de Presidencia iraní, que muestra al presidente iraní, Hasan Rohaní (d), mientras da la bienvenida al primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif.
TEHERÁN. El fin de las sanciones económicas internacionales contra Irán y el evidente deshielo diplomático de Teherán con Occidente han abierto además tibias esperanzas de cambio político y social en el país, que sin embargo aún están supeditadas a lo que permitan las altas autoridades del régimen.
Nunca desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979 parecen haber estado tan próximas las relaciones de Teherán con Washington, todavía considerado oficialmente como el “Gran Satán”, ni con las capitales europeas, en lo que ha sido un perceptible cambio de actitud global hacia el país y de éste hacia el mundo exterior.
Con la amenaza del programa nuclear desactivada y con el desarrollo del comercio y la lucha contra enemigos comunes como el terrorismo yihadista y por lograr la estabilidad regional como el nuevo objetivo declarado de las relaciones entre ambos, los tantos suman para generar confianza en la esfera política.
La mayor interacción que se supone que se derivará de esta situación, unida a la mejora de la economía iraní que también se presume saldrá de ella, permitirá al Gobierno del moderado Hasán Rohaní avanzar en la agenda social y política que prometió durante la campaña electoral que le llevó al poder y eliminar algunas de las trabas a las libertades que pesan sobre la población iraní.
Al menos eso es lo que piensan en Irán la mayoría de los diplomáticos occidentales, empresarios y periodistas, y lo que también temen los sectores más duros del régimen, que ven peligrar sus políticas “de resistencia” y el mismo argumento de las mismas con el fin del aislamiento del país.
Entre los ciudadanos, mucho más pragmáticos, las preocupaciones sociales y políticas parecen sin embargo haber quedado en un segundo plano y han visto el acuerdo nuclear y el fin de las sanciones con un punto de cinismo y desconfianza.
De momento, la única prioridad palpable es la recuperación económica, y aparentemente los iraníes juzgarán el éxito o el fracaso del acuerdo si logran mejorar su situación tras años de padecimientos.
En la calle, las primeras reacciones tras el fin de las sanciones fueron de tímida esperanza en el mejor de los casos y lo que más abundó fueron los comentarios que apuntaban sin mucho entusiasmo que si bien un acercamiento al mundo era positivo, aún quedaba la duda de si la apertura económica iba a ayudar a todos los ciudadanos o solo “a los de siempre”.
Rohaní y su Gobierno, también más pragmáticos que reformistas, parecen ser conscientes de esta situación y desde el primer momento se han lanzado a vender el fin de las sanciones con promesas de un futuro económico brillante para el país y como un triunfo político “de la resistencia de la Nación iraní”.
El objetivo y la prueba última de esta postura será inmediato: a finales de febrero Irán celebrará unas elecciones parlamentarias que parecen determinantes para el futuro del país.
Si Rohaní y los suyos, moderados pero que cuentan con el apoyo de los reformistas, logran convencer a la población del éxito del acuerdo se espera que tengan un buen resultado que permita suprimir el dominio de los conservadores en el Parlamento y, de manera crucial, en la Asamblea de Expertos.
De este modo, el deshielo internacional podría convertirse en un lento, y sin duda complejo, deshielo interno.
Particularmente interesante será la votación para la Asamblea de Expertos, un organismo compuesto por clérigos chiíes elegidos democráticamente cada ocho años cuya única misión es la de elegir un nuevo líder supremo en caso de vacante.
La edad y la salud del actual líder, Alí Jameneí, de 75 años y que fue operado el año pasado, permiten suponer que la próxima Asamblea tenga que actuar durante su mandato.
Una fuerte presencia de clérigos moderados en la misma puede tener consecuencias impredecibles para el país.
Jameneí se encuentra ahora con la tarea de gestionar esta situación, ya que su palabra es siempre la última en todo acontecimiento político del país.
El líder siempre desconfió del acuerdo nuclear, si bien le dio su apoyo, y tampoco ha dejado de alertar contra las posibles “infiltraciones” en la República Islámica que pueden intentar sus enemigos aprovechando el deshielo.
Sin embargo, todo indica que es consciente que un intento por reprimir esta situación, como por ejemplo vetando la participación de candidatos moderados o reformistas en las elecciones, puede derivar en situaciones como las protestas ciudadanas del año 2009, algo que nadie en el país parece dispuesto a querer repetir.

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